-Veracruz

Celebra la iglesia la Solemnidad de Pentecostés

Con esta celebración concluye el periodo pascual


Por: Mario Rafael León

Cincuenta días después de la Pascua, en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica se celebra la solemnidad de Pentecostés en la que se recuerda la efusión de uno de los dones más importantes que Cristo ha dejado a la Iglesia como fruto de su resurrección, el don del Espíritu Santo. Con la celebración de Pentecostés, dice la Arquidiócesis de Xalapa, concluye el periodo pascual.

Indica el comunicado de este domingo que San Juan presenta al Espíritu Santo como el gran don ofrecido a la Iglesia el mismo día de la Resurrección de Cristo. Por eso, menciona que Jesús entregó el Espíritu la tarde del primer día de pascua. Luego de soplar Jesús sobre ellos, les dijo “reciban el Espíritu Santo” (Jn, 20, 22), que es el gran don de Cristo resucitado a la comunidad cristiana.

“En muchas ocasiones, especialmente en sus discursos de despedida, Jesús prometió el Espíritu Santo. En Pentecostés, Jesús cumple esta promesa como nos lo cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech. 2, 1-11). San Juan evangelista, por su parte, coloca el envío del Espíritu Santo la misma tarde del día de Pascua (Jn. 20, 19-23) para darnos a entender que el Espíritu Santo es el don más importante de Cristo Resucitado, el fruto más precioso de su entrega de amor y obediencia al Padre”, dice el documento firmado por José Manuel Suazo Reyes, director de la Oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa.

Recuerda la Arquidiócesis que el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech. 2, 1-11) narra el acontecimiento de Pentecostés de una manera extraordinaria; el relato está lleno de referencias bíblicas del Antiguo Testamento. Así, por ejemplo, la mención de los truenos, el ruido que viene del cielo, la ráfaga de viento, el viento huracanado, las lenguas de fuego. Todas estas expresiones son usadas en otros pasajes bíblicos para referir alguna teofanía o manifestación divina. Por lo tanto, el acontecimiento de Pentecostés es una auténtica teofanía.

El documento refiere que el Espíritu Santo es el gran regalo que Cristo Resucitado ofrece a la Iglesia, es fuente de transformación, hace posible una nueva creación, es principio de purificación y es el alma de la misión de la Iglesia.

En lo que se refiere a la transformación, indica que antes de la aparición de Cristo Resucitado, los discípulos están encerrados y llenos de miedo dentro de una habitación, pero una vez que Cristo se les aparece, ellos se llenan de una gran alegría (Jn. 20, 20). Se trata de la misma alegría que caracterizó a María Santísima, porque ella estaba llena del Espíritu Santo. Es la alegría de Zaqueo por encontrarse con Cristo. El Espíritu Santo transforma a las personas.

“Dice el evangelio que luego de darles el saludo de la Paz, Jesús sopló sobre ellos (Jn. 20, 22). Esta imagen recuerda las primeras páginas de la Biblia cuando Dios hace una figura de barro, sopla sobre ella y surge el primer ser humano (Gn. 2,7). El soplo divino hace que el hombre viva, gracias al soplo de Dios, es como surge el ser humano. Ahora bien, con la resurrección de Cristo y el don del Espíritu Santo, se lleva a cabo una nueva creación.  Cristo y el Espíritu Santo hacen nuevas todas las cosas”, expresa la Arquidiócesis.

El Espíritu Santo es un principio de purificación ya que al entregar el Espíritu Santo, Jesús habla del perdón de los pecados (Jn. 20, 23). Éste es otro regalo de la resurrección de Cristo. El Espíritu Santo es fuente de purificación. Gracias a la acción del Espíritu Santo la iglesia puede administrar el perdón de los pecados. El Espíritu santo nos purifica y nos hace santos delante de Dios.

En cuanto a la misión de la Iglesia. La comunidad cristiana es consciente de que la misión de hacer presente a Cristo en el mundo no puede ser posible sin la ayuda del Espíritu Santo, que es el alma de la misión de la Iglesia. Sin el Espíritu Santo no sería posible llevar a cabo la evangelización. “Así como el Padre ha enviado a Cristo al mundo para mostrarnos el rostro de Dios, de igual manera la Iglesia está llamada a hacer presente el rostro de Cristo.  ‘Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo’ (Jn. 20, 21)”.

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