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Nadal contra Federer, la saga interminable

El balear despacha a Querrey (7-5, 6-2 y 6-2, en 2h 07m) y se cita otra vez con el suizo para redondear un día histórico para el tenis español, por primera vez con dos semifinalistas masculinos en Wimbledon


Al menos seis stewards, los mismos que le rodeaban a media mañana mientras abandonaba la zona de calentamiento y enfocaba con mirada caníbal a Sam Querrey, derribado unas horas después, harían falta para reducir al hercúleo Rafael Nadal que compite estos días en Londres. “¡Bravo, Rafa!”, le animaba una elegante señora en aquella escena de la matinal. Y bravo, bravísimo otra vez, estuvo luego el español durante el choque con el cañonero estadounidense, al que apeó (7-5, 6-2 y 6-2, en 2h 07m) con un cursillo intensivo de temple, resto y reacción.

Redondeaba así el balear, citado de nuevo con Roger Federer en el enésimo clásico de 24 quilates, un día dorado porque Roberto Bautista había expulsado previamente a Guido Pella (7-5, 6-4, 3-6 y 6-3) y pedido cita con Novak Djokovic. Es decir, las semifinales de Wimbledon propondrán este viernes un cartel nunca antes conocido, porque nunca antes habían coincidido dos representantes masculinos –sí femeninos, Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez en 1995– en la penúltima ronda del major británico, territorio que históricamente siempre ha sido espinoso para el tenis español.

Divisa Nadal a Federer, por 40ª vez, con la determinación de un león hambriento. Será la cuarta que ambos se midan sobre la alfombra del santuario del tenis inglés, retrocediendo a aquella fastuosa final de 2008 como referente más cercano y poquito más para dar con los otros dos episodios, en 2007 y 2006, los dos favorables para el suizo. Si hace solo un mes era Nadal quien estaba obligado a salvaguarda su fortaleza parisina, es ahora Federer, 37 años y 20 grandes, el que carga sobre los hombros el peso de su propio fortín.

Hace un mes, en el Bois de Boulogne, el de Manacor sacó brillo a sus dominios en una semifinal de perros, dominada por el vendaval que revolvió de arriba abajo la Chatrier, y es ahora el suizo (4-6, 6-1, 6-4 y 6-4 a Kei Nishikori) quien debe responder a su jerarquía sobre el césped londinense porque de lo contrario Nadal le asestaría un impacto brutal. Precioso, en cualquier caso, la confrontación que vuelve a regalar el tenis en una franja mínima de tiempo, cuando no hace tanto se hablaba de la saga únicamente en clave de pasado.

Para desembarcar en esta última cita, Nadal sorteó un bulto de considerables dimensiones. No es Sam Querrey el bombardero prototípico sino un tallo bastante más completo de lo que refleja su patrón fisionómico. Sabe jugar bien el estadounidense, semifinalista hace un par de años en Londres y que procesa el juego mucho más allá de la mecánica que precisa la hierba. Sabe raquetear Querrey, sabe colocar la bola y se defiende estupendamente con el revés, luego su presencia al otro lado de la red plantea siempre un mal trago de antemano. Desconfiaba Nadal, pero aplicó el guion al dedillo y lo resolvió como debía resolverlo: pegó primero y escapó de la situación astillosa que ofreció el partido en el primer set.

Entonces, la torre de San Francisco (de 1,98 y 31 años) replicó el tempranero break del español al tercer juego y amenazó con la rebelión, pero fue solo un espejismo. Nadal respondió de inmediato, con un golpe certero que decantó la primera manga y despejó el camino en dirección a las semifinales, completando la faena con una contraposición radical: fabricó 44 tiros ganadores, y erró únicamente 12 veces. Y otra vez, sus prestaciones al servicio fueron espectaculares, al ceder solo 10 puntos con los primeros saques y adornando la actuación con un abordaje casi perfecto (13/14) en las aproximaciones a la red.

Fuente: El país.

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