OPINIONESPORTADA

“A oscuras: La guerra y la pandemia nos dejan en penumbra”

Adrián Vázquez Parra

En la entrega anterior hablamos de como la problemática generada por la pandemia del Covid 19 y la guerra en Ucrania estaban causando estragos sociales y económicos a nivel mundial. Nos enfocamos en expresar los impactos de ambos fenómenos en los precios de los productos básicos de consumo y en insumos elementales para la cadena de producción y suministro como los fertilizantes, los granos y la energía.

Hoy, bajo el mismo hilo conductor, vamos a presentar otros efectos derivados de la crisis sanitaria y el conflicto por el Donbás. Los efectos sobre el acceso a la energía y la electricidad en los hogares del mundo.

Aunque parezca extraño y poco creíble, en el mundo hay 733 millones de personas que carecen de acceso a la electricidad. Electricidad como un insumo para las actividades de la vida diaria, para el acceso a la educación virtual, el desarrollo del trabajo en línea, el esparcimiento y la cultura. Además, 2400 millones de personas todavía preparan sus alimentos con fuentes de energía que afectan a la salud o al medio ambiente.

En el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) planteados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), entre las 17 metas que se establecieron, el <Acceso a Energía Asequible y no Contaminante> aparece como el séptimo propósito (ODS 7).

Sin embargo, la situación actual nos hace enfrentar serios retos que nos alejan de las expectativas planteadas para tal fin. De acuerdo a los datos y proyecciones establecidos, para 2030 (año en que deben cumplirse los ODS) 670 millones de personas seguirán sin tener electricidad. Si, casi el 10% de la población mundial. Esto es, 10 millones más de lo que se había estimado el año pasado.

Pero, ¿cómo influyen la pandemia y la guerra en esta situación? ¡Veamos!

En primer lugar, los efectos económicos y sociales de ambos fenómenos: la inflación, el confinamiento, la interrupción en la cadena de suministro, el empobrecimiento y el desempleo, como siempre, han afectado en mayor medida a los más vulnerables reduciendo el poder adquisitivo y el acceso a bienes y servicios. Así, quienes ya tenían serios rezagos en el acceso a la electricidad, hoy tienen mas obstáculos que sortear.

De la misma manera, la (re)distribución de recursos públicos para mantener la estabilidad financiera y económica, con medidas para sostener los precios de los alimentos y combustibles en niveles accesibles, han hecho que se reduzcan los fondos destinados a cumplir el ODS 7 en casi todas las naciones.

Al mismo tiempo, la guerra ha generado incertidumbre en los mercados del gas y el petróleo, lo que se ha traducido en un incremento en los costos de la energía para los hogares, la industria y el comercio.

Como efecto de la crisis y la incertidumbre económica, los flujos de financiamiento público internacional dirigidos a países en desarrollo, que apuntalaban programas de innovación en materia de energía y acceso a ésta, se han visto frenados, cayendo por segundo año consecutivo.

Por último, si bien las energías renovables han sido las únicas cuyo mercado ha crecido durante los últimos dos años, estas no se encuentran todavía al alcance de quienes menos tienen.

Así, en pleno Siglo XXI, el acceso a la electricidad persiste como un reto importante que debemos enfrentar. Como mencionamos en un inicio, el contar con energía eléctrica en los hogares es un puente que une a las personas con el conocimiento, la movilidad social y el desarrollo personal, familiar y colectivo -tanto en términos económicos como humanos-.

Los gobiernos deben asumir la tarea de cumplir el ODS 7 con una perspectiva de eficacia e innovación, privilegiando el uso de energías limpias, socializando sus beneficios y estrechando la brecha de desigualdad entre quienes pueden acceder a estos servicios y quienes se mantienen alejados de sus beneficios.

De otra manera, el panorama, valga la alegoría, seguirá siendo oscuro para millones de personas.

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