OPINIONESPORTADA

Radiografía de la envidia

Adrián Vázquez Parra

No es una verdad oculta el que un puñado de personas a lo largo del mundo (quizá no más de cien) concentran la nada despreciable cifra de casi el noventa por ciento de la riqueza mundial. Tampoco es un secreto a voces que una mayúscula cifra de casi el noventa por ciento de la población global se reparte el restante diez por ciento de esa riqueza.

Entre esos magnates acaudalados podemos encontrar nombres como los de Bill Gates (Microsoft), Mark Zuckerberg (Meta), Elonk Musk (Tesla), Carlos Slim (Telmex) o George Soros (Open Society Foundations). Cada uno pose fortunas estimadas en miles de millones de dólares.

Tal cantidad de riqueza acumulada a lo largo del tiempo no les ha salvado de hacerse de una larga lista de enemigos, ser blanco de duras críticas y del desprecio de amplios sectores sociales. Uno de los principales argumentos en contra de estos personajes es el que dice que sus riquezas se han construido con base en trampas, actos desleales, engaños y aprovechándose de otras personas.

Pero, en realidad, ¿el éxito de estos individuos radica sólo en esas conductas reprochables? No hay el más mínimo germen de talento, trabajo, perseverancia y esfuerzo en tales historias de éxito. Si ese fuera el caso, ¿el mundo no estaría lleno de tramposos millonarios que en mayor o menor medida se aprovechan de otras personas? El funcionario corrupto, el estafador, el embaucador de barrio, etc.

La raíz de ese descontento contra quienes han acuñado fortunas, y en términos más terrenales, contra quienes gozan de ciertos beneficios o un estilo de vida más holgado, es la envidia. La inconformidad con lo que otros tienen por el hecho de no poseerlo nosotros. Aun cuando no estemos dispuestos a realizar el mismo esfuerzo por alcanzar eso que otros ya obtuvieron.

El problema de la envidia en la actualidad es que, promovida desde los púlpitos demagógicos de lideres políticos que encabezan proyectos colectivistas (socialismo, fascismo, nacional socialismo, comunismo, socialismo del Siglo XXI, populismo, etc.) se convierte en el principal combustible que enciende la hoguera de la polarización social y atenta desde sus bases contra la democracia y sus instituciones.

La envidia alimenta esos proyectos e idearios políticos que promueven la idea de que la igualdad es la clave del éxito de las sociedades y que los beneficios, riqueza y logros de unos cuantos son el obstáculo para que todos podamos progresar.

Los lideres de estos movimientos alientan a sus seguidores para forjar un proyecto centrado en la igualdad, aun cuando esa igualdad significa igualar a todos en la pobreza y no hacer que todos vivamos mejor, sin importar las desigualdades. Aún también cuando esa búsqueda de igualdad signifique aplicar el monopolio de la violencia por parte del estado y sus medios coercitivos para, en caso de ser

necesario, confiscar bienes a quien no comulga con la visión de la masa. La envidia no encuentra limites y si es necesario aplicar la bota del estado colectivista para quitar a otros lo que yo no tengo, el acto queda justificado.

La envidia de los colectivos busca una igualdad que sólo representa un mal corrosivo que elimina los incentivos para la productividad, para el progreso y el desarrollo, y, en última instancia, que anula nuestras libertades. Ya nos decía el sociólogo alemán Helmut Schoeck, profesor de la Emory University “La mayoría de los logros que distinguen a los miembros de las sociedades modernas, altamente avanzadas y diversas, de las sociedades primitivas -en suma el desarrollo de la civilización- son el resultado de derrotas infligidas a la envidia”.

Observe nuestro actual contexto político -y me refiero al mundial-. El leitmotiv de los lideres populistas es la redistribución de la riqueza, acto fincado en la injusticia e inmoralidad de la abundancia de unos cuantos sobre la pobreza de muchos. Esto no aplica sólo a los magnates del mundo, sino también al honesto trabajador de clase media, al mediano empresario y al joven emprendedor. El punto es igualar a todos y no mejorar las condiciones de todos aunque prevalezcan las desigualdades. El motor de este modelo es la envidia.

La envidia es un gran motivador de multitudes y una excelente artimaña electoral que gana votos. Por ello, hoy está siendo utilizada por demagogos para generar divisiones de las que sólo ellos se benefician.

Retomemos a Schoeck que nos decía …”Sería un milagro político si el proceso democrático alguna vez renunciara al uso de la envidia como motivo. Su utilidad deriva de que todo lo que se necesita, en principio, es prometer al envidioso la destrucción o confiscación del patrimonio que disfrutan otros”.

La envidia puede ser una gran estratagema discursiva para enardecer a las masas contra cierto candidato, clase social, modelo o perspectiva político – económica, mas, a largo plazo, sólo es un cáncer que destruye desde su interior el tejido social y anula nuestras posibilidades de superación.

La desigualdad, el enemigo mortal de la envidia, no es per se negativa, al contrario, es natural en los seres humanos y, además, una formidable fuente de riqueza para todos. ¿No preferiría usted que nuestro nivel de vida mejorara diez veces aún cuando personas como Bill Gates o George Soros sigan siendo igual de millonarios?

Back to top button
A %d blogueros les gusta esto: