OPINIONESPORTADA

“Combatir las ideas, no las personas”

Adrián Vázquez

Siempre he pensado que quien está investido de una alta responsabilidad, quien ha sido encumbrado por la sociedad para ostentar un cargo importante, como es el caso de un jefe de gobierno o de Estado -o ambas como en los regímenes presidencialistas-, de algún modo es una proyección o personificación de los valores que perseguimos como sociedad. Valores como el orden, la pulcritud, la seriedad, la solemnidad y la grandeza, que constituyen pilares que deben ser expresados por esas personas en todo momento y lugar. Incluso en aquellos ámbitos que para muchos pueden ser superfluos como la vestimenta o el aliño personal.

No podemos omitir que hay tareas, responsabilidades y rubros que deben ser juzgados con mayor severidad y precisión en lo que hace a personajes de tal envergadura. Funciones y deberes marcados en la ley, sujetos a procedimientos de evaluación, que dejan, o debieran dejar, en segundo lugar aspectos como los arriba mencionados al momento de evaluar el accionar y resultados de tales personajes.

Un servidor público, al fin, debe ser juzgado más por sus resultados, acciones y logros a favor de la gente, que por como viste, habla o se deja ver ante el ojo público.

Sin embargo, hoy parece que cobra más relevancia hablar de esos temas “triviales”. En nuestro caso, el Presidente López Obrador, en más de una ocasión, ha sido señalado por sus críticos por los desatinos en la forma de vestir y en la manera desaliñada como ha aparecido ante las cámaras o en público. Recordemos aquella ocasión en la que, de manera remota, participó en una reunión de la ONU junto a otros jefes de estado.

Sumado a la mención de Benito Mussolini (la referencia a que tal personaje lleva dicho nombre por Benito Juarez), que causo furor internacional, en México también se hizo escarnio en el poco cuidado que se puso en su vestimenta, postura poco formal y maneras de expresarse.

Traigo todo esto a colación para confluir en un tema fundamental. En tiempos de <posverdad>, enfocamos nuestras baterías en atacar a los individuos, por el hecho de ser tales, en lugar de centrar nuestras criticas, oposición y controversias en sus ideas, ideologías y proyectos políticos y económicos. Aspectos que tienen una real relevancia sobre el destino de nuestras sociedades y que marcaran el presente y futuro de los países.

Al respecto, cito a Leonard Read, quien al hablar de la “política de la tontería”, nos insta a tener cuidado y a que “Nunca nos refiramos a ningún individuo como un bribón o un tonto. Esto es una inferioridad que se manifiesta en nosotros mismos. Todo el mundo se equivoca, más o menos. Cuelguen etiquetas sólo a las nociones que parecen bribonas o tontas.” Visto desde otra perspectiva, la invitación es a hacer frente a los avatares políticos y sociales, enfrentando las malas ideas y valores negativos, no a las malas personas.

Lo que puede causar un efecto perjudicial de gran calado en las condiciones en que vivimos, son las ideas, mismas que se pueden traducir en acciones, leyes o políticas, a través de los aparatos del poder legislativo, ejecutivo o judicial. Frente a ellas, hay que librar una lucha argumentativa, objetiva, libre de prejuicios y atada a la libertad del pensamiento y del espíritu.

Limitarnos pobremente a la denostación y la descalificación a priori de la persona -líder político-, solo logrará enardecer más a sus masas de apoyo y brindarle un respaldo fortalecido, sustentado en las emociones y no en las razones. Además, tal conducta puede llevarnos a abrazar ideales bajos y viles en la búsqueda por combatir la bajeza y la vileza. Acto contradictorio.

Ya decía Aleksandr Solzhenitsyn “la línea que separa el bien y el mal no pasa a través de los estados, ni entre las clases, ni tampoco entre los partidos políticos, sino justo a través de cada corazón humano… incluso dentro de los corazones abrumados por el mal, se conserva una pequeña cabeza de puente del bien. E incluso en el mejor de los corazones, queda… un pequeño rincón de maldad desarraigado.

No podemos dejar que ese pequeño rincón de maldad se extienda, cubriendo nuestro razonamiento y dejándonos inundar por la ira y la ceguera que atropellan las ideas fructíferas y nuestro ánimo de hacer bien.

Los seres humanos que se dejan dominar por sus bajos impulsos, no son capaces de construir una república que cobije con libertad a sus hijos y abra los senderos del progreso. Por ello, el primer ejercicio que debemos realizar, con disciplina y pundonor, es el de superarnos a nosotros mismos. Tener las armas del conocimiento y la razón, para combatir a las ideas, no a las personas.

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